sábado, 15 de octubre de 2011

ESCÉPTICO

La palabra "escéptico" viene del griego σκεπτικοί (skeptikoi = examinar, mirar con detenimiento) Skeptikoi tiene la raíz indoeuropea spek-, "mirar", "observar", que en griego sufre una metátesis y da también el verbo skopéo (mirar, observar). En cambio en latín se conserva la raíz indoeuropea pura spek-, y del latín nos vienen palabras como especular, espejo o espectáculo.
Comúnmente se entiende por escéptico alguien que duda (es decir, mira y remira, pero no encuentra). Generalmente el escéptico está en desacuerdo con lo que suele estar aceptado como verdad, aunque no propone otra verdad en su lugar.
En la Antigüedad se denominaba escépticos a los seguidores del filósofo griego Pirrón (360-270 a.C.). Pirrón profesó una doctrina epistemológica y ética que abandonaba el juicio y creía que no había nada verdadero o falso, bueno o malo. Consideraba pues que toda presunta verdad podía ser puesta en cuestión a través de un argumento. Pirrón pensaba que la diversidad de opinión existe entre sabios y entre tontos. Y que cualquier opinión que un sabio tuviese podría ser refutada por personas igual de sabias, y con argumentos igual de sólidos. La vertiente ética de su pensamiento se basa en que muchos sufrimientos humanos se derivan de la excesiva credulidad. Si creemos en algo que nos beneficia, y luego descubrimos que es incierto, surge el dolor. Si creemos que algo es verdadero y esto nos perjudica, cuando alguien nos persuade de que es incierto nos percatamos de que estuvimos sufriendo innecesariamente. La duda no es solo una cuestión epistemológica. Es sabio dudar pues evita el dolor de la esperanza no cumplida, el dolor añadido de la frustración tras una falsa expectativa; y el dolor previo que nos aporta la creencia en una idea que tomamos como cierta, y que finalmente descubrimos que no lo es.
El escepticismo de Pirrón es considerado como un escepticismo radical. Tal postura puede derivar en la parálisis de la acción. Si nada es seguro, por nada me puedo decidir. También puede derivar en un relativismo extremo que vendría a cristalizar en una postura cínica. Esto es, si todo da igual, defenderé lo que más me convenga egoístamente. El escepticismo radical también puede, con buen sentido, fomentar el respeto entre las diversas opiniones, lo que significaría rebajar las tensiones dialécticas y las disputas violentas que por su causa se pudiesen desarrollar. No tiene sentido morir, luchar o matar por una idea, pues ninguna es cierta. El escéptico es antidogmático.
 Los escépticos antiguos también eran conocido como zetéticos, palabra griega que deriva de Ζντελγ (buscar). El zetético era más bien el que buscaba y buscaba sin encontrar y sin llegar a conclusión alguna.
 Frente al escepticismo radical de Pirrón existe el escepticismo metódico de Descartes y escepticismo mitigado de Hume.
 Descartes utiliza la duda como un procedimiento para alcanzar algo indudable. Y a partir de ahí, desarrollar un conocimiento seguro. El “Pienso, luego existo” cartesiano constituye la primera certeza que obliga a Descartes a dejar de ser escéptico.
 Hume considera que no hay nada cierto, pero admite que existen diversos tipos de conocimientos que la historia y la experiencia nos da: superstición o ciencia. La ciencia es preferible a la superstición, pues aunque no nos da certeza, nos da una alta probabilidad de aciertos. Hume vendría a decir lo siguiente: en rigor, no sé si mañana saldrá el Sol, pero si apelo a mi experiencia pasada o a lo que me dice la ciencia (asumiendo su alto porcentaje de aciertos) he de admitir que es muy probable que salga el Sol, de modo que actuaré como si fuese seguro que va a salir. El escepticismo de Hume es pues mitigado o moderado, y no es paralizante como el de Pirrón.



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