La
palabra viene del griego ἐντελέχεια, que en la transcripción latina se
convierte en entelecheia. El término griego está compuesto por ἐντελης (enteles), 'perfección' y ἔχω (echo) , 'tener'. A su vez
Ἐντεληές estaría formado por ἐν, (en) que podríamos entender como 'dentro de' o
también 'dedicado a', y τελέω o τελεῶ, (teleo) que podemos traducir como
'finalizar o completar'.
Con estas pistas etimológicas
podemos aventurarnos a traducir el término como aquello que encierra dentro
de sí la semilla de su propia perfección o aquello que tiene el
fin en sí mismo.
El término es utilizado por
Aristóteles en su metafísica. Para Aristóteles la entelecheia es el
estado opuesto a la energeia, es decir, lo opuesto a acto. De modo que
entelecheia es en cierto sentido potencia. No obstante, no toda potencia es
entelecheia. Aristóteles distingue entre potencia activa y potencia pasiva. Solo
las cosas naturales tienen potencia activa. La semilla es un árbol en potencia
activa mientras que la mesa verde es un mesa azul en potencia pasiva. Es decir,
la semilla puede desarrollarse desde sí misma y convertirse en un árbol y la
mesa verde puede recibir desde fuera el color azul si alguien la pinta. Solo la
potencia activa es entelecheia. Decimos entonces que el árbol es entelecheia de
la semilla. Ahora bien, la potencia
activa o entelecheia es también lo que Aristóteles denomina naturaleza. La
naturaleza es tanto el impulso o fuerza que lleva al objeto a alcanzar su fin y
su forma definitiva, como la propia forma, fin, bien o perfección del objeto. A
veces Aristóteles identifica potencia activa, entelecheia y naturaleza con
carencia o privación.
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